lunes, 3 de octubre de 2011

HORIZONTE DE BRAZOS



La tarde es de ladrillos

y de espadas.

El sol es un recuerdo

de otras vidas,

de cuando andaban barcos

el desierto,

espIgas eran manos

y al sol de Galilea las piedras

aspiraban a ser panes.

Será prolongación de este minuto

cualquier dolor cercano

a nuestras horas.

ytodos los relojes

nos repiten

un siglo de silencio atribulado

por el estruendo hiriente

de esta lluvia.

La tarde se hace túnel

y alarido.

Dos figuras estáticas

sustentan

una silente voz de venas

en el aire.

Colinas del incendio, calavera

que nos describe el mundo sin palabras,

donde la sangre es texto manuscrito.

Almenas de la voz,

los rostros dudan

buscando su perfil

en la tormenta.

La ortiga del dolor

alcanza el cenit

trepando las columnas

de la carne

La tarde muere ahora

en nuestros ojos,

cuando la madre siente

que su espalda

sostiene todo el monte.

Un cielo carcomido nos acerca

al tiempo adoquinado

en que los ríos

no encuentran su lugar

en la llanura.

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