(La Visitación: predela de la Anunciación de Corrona)
I
Hay mañanas dormidas
y caminos de cobre
en las túnicas tensas
habitadas de espíritu.
¿Cómo vuela la nube
de lastrada materia?
El ocaso regresa
de ciudades ocultas
por las cimas cansadas
que sustentan la noche.
¿De qué mármol se hicieron
las mejores ausencias
pobladoras de un cielo
con fingidas ventanas?
El mirar encontrado
polariza senderos
y cimenta las lámparas
donde nacen los ojos
Ajimences anclados
sobre azules de viento
armonizan los rostros
de este mágico canto.
Es un río de sonidos
que nos lleva en su pecho.
II
Las colinas activan
su ternura de siglos,
se elevan y se curvan
transidas de silencio.
Una mano ha tocado
su belleza de senos
para darIes tersura
y elevar su discurso.
Pocos árboles llegan
al final de esta ruta
donde está la sorpresa
convertida en abrazo.
Este pórtico alado
nos invita y nos guía
a la búsqueda intensa
de un banquete de calma.
Las palabras se quedan
como pájaros mudos
y la mano que duda
multiplica los signos.
Las palabras nos crecen
por el arco del pecho,
un silencio de lluvia
se hace manto sin bordes.
Estos árboles-lámparas
amenizan la senda
y señalan un tiempo
anidando en la altura.
En terrazas se eleva
parcelado cultivo,
jardín donde la piedra
resplandece y se expresa.
Sobre leves columnas
un alado retablo
o portal de los signos
que detienen las horas.
Ciudadela de nieve
en la espalda del monte
nos pronuncia y nos dice
que la altura nos llega.
Catarata de lunas
y la torre encendida
que domina el abismo
más allá de los arcos.
Hay pisadas de nube
y murmullo de hojas
en el patio del cielo
donde nace el abrazo.
El violeta y el rosa
se aproximan y cubren
un tapiz de miradas,
un ajuar de silencios.
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