lunes, 3 de octubre de 2011

NOTA PREVIA, ADVERTENCIA, RECOMENDACIÓN, PETICIÓN Y CONTACTO


NOTA PREVIA

El contenido de este texto es reproducción del publicado en 2002 con las siguientes referencias:

AUTOR: Emilio Rodríguez

EDITA: Caja Duero

DEPÓSITO LEGAL: S. 742-2002

IMPRIME: Gráficas Arco Iris

ADVERTENCIA

La obra original ha sido maquetada nuevamente para facilitar su publicación electrónica en un blog del Poeta Emilio Rodríguez, han desaparecido las ilustraciones, han cambiado la portada, la contraportada y el número de páginas; además, se ha introducido un índice.

RECOMENDACIÓN

Dado que la edición original está agotada, el autor autoriza a sus lectores a reproducir esta obra para uso personal, con el ruego de que se cite su procedencia.

PETICIÓN Si algún lector quedase especialmente complacido con la lectura de ABSORTA LUZ, puede manifestar su satisfacción entregando un pequeño donativo a cualquier organización dedicada a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de este mundo.

CONTACTO

Los lectores que deseen ponerse en contacto con el autor de este libro pueden hacerlo escribiendo a su dirección electrónica poetaemiliorodriguez@gmail.com

ÍNDICE


ABSORTA LUZ

ANUNCIACIÓN AGIOVANNI DA FIESOLE

CIUDADES LEVITANTES

HORAS VORACES

DANZA DE ÁNGELES

HORIZONTE DE BRAZOS

ENCUENTRO PARA NUBES

EL CABALLERO ESTÁTICO

LAS MANOS DEL INCENDIO

JARDINES SIN TIEMPO

PIRÁMIDES DE SAL

EL MAR DE NUESTRAS HORAS

TEXTO DE LA CONTRAPORTADA

ABSORTA LUZ


«Quisieron florecer, que es ser bellos; nosotros madurar o sea, ser oscuros y afanarnos»

R.M. RILKE

ANUNCIACIÓN AGIOVANNI DA FIESOLE


(Anunciación: Museo del Prado)

El fuego era la muerte.

El cielo está sentado

en el leve regazo de los días.

La muerte es otro fuego

que traemos

en cántaros de barro,

o estas manos.

Entonces estas manos

serán la floración

de incendios construidos

como si nunca hubieran existido

los arroyos.

El ángel está ardiendo.

El cielo es una hoguera

hasta los ojos.

La más absorta luz esta doncella.

El cielo era la muerte.

Los muros ya han vestido

su túnica de manos.

Para tener su propia anunciación

llegó la barca puntiaguda

de la noche.

Corrieron los pinares.

De Fiésole trajeron

colores de las tierras

estriadas.

Cubrir de amaneceres

los muros de Florencia,

surcar los mares rosa

del templo de las dudas.

Incendio tan estático

que lleva las palabras

a otro cauce.

Dialéctica del ojo,

guardián de las murallas

del ocaso.

El fuego es este ángel

que llena los tabiques de rocío.

Venimos desde entonces.

Traemos las palabras

cosidas a las venas.

Traemos un volcán,

una cosecha alucinada,

un manto de cristales.

Las manos más antiguas

consagran el incienso.

Ventanas en el cielo.

Arada está la luz,

tendido el surco

para sembrar de labios

y ropajes.

La muerte es otro río.

Se queda, como un niño,

juntando lejanías

debajo de la sombra

de los arcos

CIUDADES LEVITANTES


(Diversos fondos y lejanías de escenas sagradas)

La lluvia en los rosales.

Un sol lento multiplica

cenefas y enrejados allí donde el silencio

como palmera crece.

Un blanco torrencial

se precipita.

Balcones almendrados

esconden la ascensión

de los susurros.

Murallas de algodón.

Calendario de todos

los incendios,

de todos los discursos

sin palabras.

Ventanas hacia adentro.

Paredes que sustentan

solamente penumbras

donde crece y se afirma

la plegaria.

Hemos venido juntos

a esta hoguera

o gran proclamación

del viento convertido

en arquitecto.

Geranios y alhelíes

pueblan un territorio

bien dispuesto

para ser semillero

de los éxtasis.

La lluvia y la ceniza.

Cortinas y celajes

venidos de los libros,

velan la fragilidad

de un cielo líquido.

Campanas borradoras

del tedio y sus contornos.

La palabra se alza

en minaretes,

en bancales de luz

para cruzar en vuelo

los abismos.

La lluvia es otra piel

que nos ponemos

para escalar el hielo.

La cal no tiene límites.

El tiempo ha desbordado

el territorio azul

de las preguntas.

HORAS VORACES


(Descendimiento de San Marcos)

La elegía no se crea

ni se destruye,


se eleva sobre árboles


de hielo,


en barcos de granito


que van acicalando


nuestras horas.

Los brazos de la madre

memorizan

el llanto de otros días,

las hojas masticadas

por el humo de los años.

El pájaro sembrado

de las lágrimas

abona las macetas de lo oscuro.

La elegía coloca sus tentáculos

de alambre

en torno a las ventanas

de la vida.

El pecho de la muerte

tiene ríos

del todo semejantes

a banderas

que maltratan el rostro

del recuerdo.

Las horas más voraces


son castillos


que nacen de los riscos


de la sangre.

Acaso la elegía tiene


estas manos

que cercan los rosales

de los atrios.

Pero ahora ya sabemos

que ella no se crea

ni se destruye.

Se va empozando dentro

de los días,

dolor de identidad


de nuestros huesos,


soldado a las costillas


de la historia.

Perfil damasquinado


de una daga


para horadar las horas,


para hacerlas


entrar en los reductos


que mastican el tiempo.


La elegía, pequeño mar

de muros lánguidos,

ya nunca más se crea

ni se destruye.

DANZA DE ÁNGELES


(Juicio Universal de San Marcos. Florencia)

¿Quién habla este lenguaje?

¿Quién ha sido el que .tuvo

estas palabras

por herencia?

La luz se ha parcelado en aljimeces,

retazos sucesivos

de amaranto

para enmarcar los rostros

de una música.

Cogidos de la mano

van los días

como listados surcos

de piel móvil.

Queremos un idioma

que nos sirva

para escalar la nieve

interrogante.

Queremos un voz de huerto

en sombra,

de círculo motriz

o de almadraba

que nos sujete el flujo

de las horas.

Sabemos que lo estático

no vive,

y el gozo es una danza

incontenida

donde podemos ser

sin otros lances

que los acantos líquidos

del ritmo.

El prado de los cielos

se refleja

en alas de metal,

en pies de azúcar.

La herida de los ojos

es un lago

de sangre verdiazul

en remolino.

Navegarán las manos

otros vientos

vecinos de las lenguas

de los árboles.

Hay flores enterradas

y un arroyo

de flautas de marfil

recién talladas.

HORIZONTE DE BRAZOS



La tarde es de ladrillos

y de espadas.

El sol es un recuerdo

de otras vidas,

de cuando andaban barcos

el desierto,

espIgas eran manos

y al sol de Galilea las piedras

aspiraban a ser panes.

Será prolongación de este minuto

cualquier dolor cercano

a nuestras horas.

ytodos los relojes

nos repiten

un siglo de silencio atribulado

por el estruendo hiriente

de esta lluvia.

La tarde se hace túnel

y alarido.

Dos figuras estáticas

sustentan

una silente voz de venas

en el aire.

Colinas del incendio, calavera

que nos describe el mundo sin palabras,

donde la sangre es texto manuscrito.

Almenas de la voz,

los rostros dudan

buscando su perfil

en la tormenta.

La ortiga del dolor

alcanza el cenit

trepando las columnas

de la carne

La tarde muere ahora

en nuestros ojos,

cuando la madre siente

que su espalda

sostiene todo el monte.

Un cielo carcomido nos acerca

al tiempo adoquinado

en que los ríos

no encuentran su lugar

en la llanura.

ENCUENTRO PARA NUBES


(La Visitación: predela de la Anunciación de Corrona)

I

Hay mañanas dormidas

y caminos de cobre

en las túnicas tensas

habitadas de espíritu.


¿Cómo vuela la nube

de lastrada materia?

El ocaso regresa

de ciudades ocultas

por las cimas cansadas

que sustentan la noche.

¿De qué mármol se hicieron

las mejores ausencias

pobladoras de un cielo

con fingidas ventanas?

El mirar encontrado

polariza senderos

y cimenta las lámparas

donde nacen los ojos

Ajimences anclados

sobre azules de viento

armonizan los rostros

de este mágico canto.

Es un río de sonidos

que nos lleva en su pecho.

II

Las colinas activan


su ternura de siglos,


se elevan y se curvan


transidas de silencio.


Una mano ha tocado


su belleza de senos


para darIes tersura


y elevar su discurso.


Pocos árboles llegan


al final de esta ruta


donde está la sorpresa


convertida en abrazo.


Este pórtico alado


nos invita y nos guía


a la búsqueda intensa


de un banquete de calma.


Las palabras se quedan


como pájaros mudos


y la mano que duda


multiplica los signos.


Las palabras nos crecen


por el arco del pecho,


un silencio de lluvia


se hace manto sin bordes.


Estos árboles-lámparas


amenizan la senda


y señalan un tiempo


anidando en la altura.


En terrazas se eleva


parcelado cultivo,

jardín donde la piedra

resplandece y se expresa.

Sobre leves columnas

un alado retablo

o portal de los signos


que detienen las horas.


Ciudadela de nieve


en la espalda del monte


nos pronuncia y nos dice


que la altura nos llega.


Catarata de lunas


y la torre encendida


que domina el abismo


más allá de los arcos.


Hay pisadas de nube


y murmullo de hojas


en el patio del cielo


donde nace el abrazo.


El violeta y el rosa


se aproximan y cubren


un tapiz de miradas,


un ajuar de silencios.

EL CABALLERO ESTÁTICO

(Domingo de Guzmán meditando)


I

Silencio en los castillos.

Y el Duero se detiene

o pisa más despacio

la sombra de los trigos.

Un grito en las almenas

es pañuelo

que queda despidiendo

a los que han ido

a reclamar las tierras

de las hoces.

Se callan las espadas.

Se fue quedando pálida

la tarde

y se vistió su atuendo

blanco y negro.

Galope de caballos,

saeteras

que retratan la fuga

de los corzos.

Qué cerca está Castilla

allá tan lejos.

Qué cerca los sitiales cincelados,

miniados canecillos

del invierno.

Callaron las campanas

desde Osma,

y Silos se arropó

de cantos lúgubres.

II

Banderas de azahar tiene Bolonia

que esperan un final

envuelto en mármoles.

Por todo el Languedoc

corren las voces

de un viento atronador,

de pergaminos

vendidos como piel

para escarpines.

Las piedras de Toulouse

son hogueras

donde se hornean ahora

panes cátaros.

Languidecen las manos

y se arquean

los ojos de las torres.

La noche, como un libro,

va contando

la historia del dolor

y de la ausencia.

Silencio en las orillas

de aquel río

que pudo describir

tantas batallas.

Ahora el caballero

repasa los caminos

que fueron hasta el hielo

de Las Marcas.

Se dobla el arquitrabe

de sus hombros

por el peso de siglos

en la sangre.

III

Sentado bajo el cielo amarillento,

se va quedando solo

y reconstruye

la historia como cauce

de cenizas.

Costumbre de senderos,

pies cansados

y llanto en los cabellos

de la noche.

Todas las cosas duermen

en el mundo

y vela el caballero

iluminado

LAS MANOS DEL INCENDIO


(Madonna con ángeles. Florencia)

Muralla de fulgor creando el tiempo

bajo la luz dorada

en catafalco.

Las manos de las rosas,

los arpegios

de dedos danzarines

dialogaban

la hora del color.

Silente incendio.

Pared para poner

parvas palabras,

puñal que nos perfora

la pupila.

En ánfora de ónice se muestra

el centro de la tierra

adormecida.

Las manos de la madre manifiestan

los arcos caudalosos

de la historia.

Alfombra de alabardas,

trono lánguido

cercado por un mar

de piedras móviles

La rosa diminuta que se enciende

para mostrar un rostro

de gladiolo.

Las bocas más estáticas

construyen

este pregón de asombros

en murmullo.

Muralla clamorosa de la calma.

Alada explicación del arcoiris

cubriendo con las hojas

de los días

aquello que gritaron

nuestros sueños.

El círculo se cierra

con nosotros,

con las pisadas fúlgidas

del grito.