lunes, 3 de octubre de 2011

CIUDADES LEVITANTES


(Diversos fondos y lejanías de escenas sagradas)

La lluvia en los rosales.

Un sol lento multiplica

cenefas y enrejados allí donde el silencio

como palmera crece.

Un blanco torrencial

se precipita.

Balcones almendrados

esconden la ascensión

de los susurros.

Murallas de algodón.

Calendario de todos

los incendios,

de todos los discursos

sin palabras.

Ventanas hacia adentro.

Paredes que sustentan

solamente penumbras

donde crece y se afirma

la plegaria.

Hemos venido juntos

a esta hoguera

o gran proclamación

del viento convertido

en arquitecto.

Geranios y alhelíes

pueblan un territorio

bien dispuesto

para ser semillero

de los éxtasis.

La lluvia y la ceniza.

Cortinas y celajes

venidos de los libros,

velan la fragilidad

de un cielo líquido.

Campanas borradoras

del tedio y sus contornos.

La palabra se alza

en minaretes,

en bancales de luz

para cruzar en vuelo

los abismos.

La lluvia es otra piel

que nos ponemos

para escalar el hielo.

La cal no tiene límites.

El tiempo ha desbordado

el territorio azul

de las preguntas.

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